
Transporte: Cuando el Pico de Viajes Significa Más Emisiones
El transporte es una de las principales fuentes de contaminación atmosférica en las zonas turísticas, especialmente en verano. Cada día, miles de vehículos llegan a destinos costeros, montañosos o inmersos en la naturaleza. Los estacionamientos están saturados, el tráfico es intenso y, incluso en pequeños centros, se crean atascos. Los motores encendidos al ralentí, los sistemas de escape obsoletos y la falta de regulaciones ecológicas crean zonas estables de contaminación. Las infraestructuras viales de muchas localidades turísticas no están preparadas para gestionar estos volúmenes: carreteras estrechas, pocas circunvalaciones y transporte público insuficiente.
Los autobuses turísticos y las excursiones agravan la situación. En las ciudades portuarias, los cruceros representan un problema aparte: incluso estando detenidos, continúan quemando combustible, emitiendo hollín, óxidos de azufre y nitrógeno. En Barcelona, en julio de 2023, se registró un aumento del 250% de partículas contaminantes cerca del puerto. En los resorts de montaña, los vehículos que afrontan las subidas consumen más combustible, y las emisiones se acumulan en los valles. También las lanzaderas, los carritos de golf y los taxis acuáticos contribuyen a la carga total. El turismo se mueve y deja tras de sí una estela invisible pero nociva.
Infraestructuras Hoteleras y Recreativas
Las infraestructuras de alojamiento son esenciales en cualquier destino turístico, pero su impacto ambiental a menudo se subestima. Hoteles, B&B, villas y casas de vacaciones consumen mucha energía para climatización, agua caliente, iluminación y cocinas. En las estructuras más pequeñas, especialmente en países en desarrollo, se utilizan a menudo generadores diésel sin filtros adecuados. Equipos antiguos, baja eficiencia energética y funcionamiento continuo hacen contaminantes incluso a las estructuras más modestas.
También las estructuras recreativas tienen un impacto relevante. Casinos, resorts de entretenimiento, discotecas, bares, karaokes y arenas al aire libre consumen tanta energía como un edificio entero. Muchos locales permiten fumar en interiores, utilizan ambientadores y sistemas de ventilación masiva. Las piscinas, los parques acuáticos y los SPA requieren tratamientos químicos y sistemas de filtración, además de bombas y consumo eléctrico constante. La situación empeora en los períodos cálidos, cuando decenas de miles de aires acondicionados se encienden simultáneamente. Esto incluye también los casinos, con horarios prolongados, iluminación intensa y ventilación continua. Todo esto crea una contaminación "silenciosa" pero persistente, que se manifiesta en forma de alergias, fatiga y trastornos del sueño.
Sobrecarga Estacional: Cuando el Resort Se Asfixia
Muchas localidades turísticas están diseñadas para una población residente estable, no para acoger a miles de turistas. Durante el verano, sin embargo, el número de personas puede triplicarse o incluso sextuplicarse. Esto pone en crisis los sistemas de transporte y energía, con una inevitable disminución de la calidad del aire. En las semanas pico, las calles se llenan, los aires acondicionados permanecen encendidos día y noche y los motores no se detienen. El asfalto y los techos retienen el calor y lo liberan, generando "islas de calor" urbanas.
La construcción densa y la escasez de vegetación impiden la ventilación natural. El aire se estanca, las partículas contaminantes se acumulan y con el sol intenso se activan reacciones químicas que generan ozono a nivel del suelo. Este fenómeno es peligroso para niños, ancianos y quienes sufren de trastornos respiratorios. El problema es que a menudo ni siquiera se mide: los turistas piensan que respiran aire puro, pero en realidad inhalan una mezcla cargada de compuestos nocivos.
En muchas localidades turísticas, las fuentes de contaminación se repiten año tras año. Entre las más comunes:
- Autobuses turísticos y coches de alquiler;
- Uso masivo de aires acondicionados y sistemas split;
- Generadores diésel antiguos sin filtros;
- Acumulación de calor en asfalto y techos;
- Zonas para fumadores y eventos al aire libre con aerosoles;
- Quemas de residuos y barbacoas improvisadas.
Cada uno de estos factores puede parecer inofensivo, pero juntos generan una carga contaminante que permanece en la atmósfera del resort.
El turismo de masas modifica inevitablemente el entorno urbano, y la calidad del aire es una de las primeras en resentirse. Se necesitan enfoques sistémicos: estándares ecológicos para las estructuras de alojamiento, transportes sostenibles, más áreas verdes, monitoreo del aire y concienciación de los visitantes. El aire limpio no es un regalo de la naturaleza: debe ser protegido, incluso en los lugares pensados para el relax. Porque nada arruina unas vacaciones como el daño invisible que respiramos cada día.